A las tasas de crecimiento actuales, una economía de mercado emergente típica tardaría más de 50 años en cerrar la mitad de su actual brecha de ingresos según el nivel de vida, y una economía en desarrollo típica 90 años.
El estudio que publicamos en el capítulo 3 de la edición de octubre de 2019 de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO) muestra que la puesta en práctica de importantes reformas en seis ámbitos clave al mismo tiempo —finanzas internas, finanzas externas, comercio, mercados de trabajo, mercados de productos y gestión de gobierno— puede duplicar la velocidad de convergencia del ingreso de una economía de mercado emergente y en desarrollo promedio hacia los niveles de vida de las economías avanzadas. Esto podría elevar los niveles del producto en más de 7% a lo largo de un período de seis años.
Más margen para aplicar las reformas
Las políticas que cambian la forma en que trabajan los gobiernos —conocidas como reformas estructurales— son difíciles de medir, ya que a menudo implican políticas o cuestiones que no son fáciles de cuantificar, como las leyes de protección laboral o la calidad de la supervisión del sistema bancario nacional.
Para abordar esta cuestión, el FMI elaboró recientemente un conjunto integral de datos que abarca las regulaciones estructurales sobre finanzas internas y externas, comercio, y mercados de trabajo y de productos. Los datos abarcan una amplia muestra de 90 economías avanzadas y en desarrollo durante las últimas cuatro décadas. A esos cinco indicadores, añadimos la calidad de la gestión de gobierno (por ejemplo, cómo controlan los países la corrupción) tomando como base los Indicadores mundiales de gobernabilidad (WGI, por sus siglas en inglés).
Los nuevos indicadores muestran que, tras la gran ola de reformas a finales de la década de 1980 y, lo que es más importante, en la década de 1990, el ritmo se desaceleró en las economías de mercados emergentes y en desarrollo durante la década de 2000, especialmente en los países en desarrollo de bajo ingreso.
Si bien esta desaceleración refleja la anterior generación de reformas, como en el caso de las economías avanzadas, aún hay amplio margen para dar un nuevo impulso a las reformas, sobre todo en las economías en desarrollo, en particular en África subsahariana y, en menor medida, en Oriente Medio y Norte de África y la región de Asia y el Pacífico.
Las reformas pueden impulsar el crecimiento y el nivel de vida
Tomando como base nuestros estudios empíricos de reformas en 48 mercados emergentes actuales y antiguos, y 20 economías en desarrollo, observamos que las reformas pueden brindar beneficios considerables. Pero estos beneficios tardan en materializarse y varían según el tipo de regulaciones. Por ejemplo, una reforma financiera interna del tamaño de la que se puso en práctica en Egipto en 1992 da lugar a un aumento del producto de alrededor de 2%, en promedio, seis años después de su implementación. El resultado es similar en el caso de las medidas de lucha contra la corrupción, cuyos efectos son sustanciales a corto plazo y se estabilizan en torno a 2% a mediano plazo. En los otros cuatro ámbitos de reforma —finanzas externas, comercio, mercados de productos y mercados de trabajo— los beneficios representan aproximadamente un 1% seis años después de la reforma.
Para una economía de mercado emergente y en desarrollo promedio, los resultados implican que la aplicación simultánea de grandes reformas en los seis ámbitos considerados en este capítulo puede elevar el producto en más de 7% en un período de seis años. Esto incrementaría el crecimiento anual del PIB per cápita en alrededor de 1 punto porcentual, duplicando la velocidad promedio de convergencia del ingreso hacia los niveles de las economías avanzadas. El análisis basado en modelos —que refleja el efecto a más largo plazo de las reformas y brinda información sobre los canales a través de los cuales afectan a la actividad económica— indica que el aumento del producto sería aproximadamente el doble del observado en el modelo empírico a más largo plazo (más de seis años).
Un canal a través del cual las reformas incrementan el producto es reduciendo la informalidad. Por ejemplo, la reducción de las barreras a la entrada de empresas en el sector formal alienta a algunas empresas informales a convertirse en formales. A su vez, la formalización estimula el producto al aumentar la productividad y la inversión de capital de las empresas. Por ello, los beneficios de las reformas tienden a ser mayores cuando la informalidad es un fenómeno generalizado.
Cómo determinar el momento, la combinación y la secuencia adecuados
Algunas reformas funcionan mejor cuando la economía es sólida. En épocas de bonanza, la reducción de los costos de despido contribuye a que los empleadores estén más dispuestos a contratar a nuevos trabajadores, mientras que en épocas difíciles los hace más dispuestos a despedir a los existentes, ampliando los efectos de una desaceleración. Del mismo modo, el aumento de la competencia en el sector financiero en un momento de débil demanda de crédito puede empujar a ciertos intermediarios financieros a cerrar su negocio, debilitando aún más la economía.
En países con una economía débil, los gobiernos pueden dar prioridad a reformas ‑como fortalecer la competencia en el mercado de productos— que rindan fruto independientemente de las condiciones económicas, diseñar otras para aliviar los costos a corto plazo —como promulgar reformas de protección del empleo ahora con una disposición que establezca que entrarán en vigor más adelante— y acompañar las reformas con respaldo de política monetaria o fiscal siempre que sea posible.
Las reformas también funcionan mejor si se determinan la combinación y la secuencia adecuadas. Fundamentalmente, suelen generar mayores beneficios en países en los que la gestión de gobierno es más sólida. Esto significa que fortalecer la gestión de gobierno puede respaldar el crecimiento económico y la convergencia del ingreso no solo directamente al incentivar a las empresas formales más productivas a invertir y contratar, sino también indirectamente al ampliar los beneficios de las reformas a otros ámbitos.
Por último, para cumplir su promesa de mejorar los niveles de vida, las reformas deben estar respaldadas por políticas redistributivas que repartan los beneficios ampliamente entre la población, como sólidas redes de protección social y programas que faciliten la movilidad de los trabajadores entre empleos. Para que las reformas sean sostenibles y, por lo tanto, eficaces deben beneficiar a todos, no solamente a algunos.